lunes, 4 de julio de 2011

El método perfecto

No me gustan las despedidas, a pesar de que he vivido muchas durante mi visa, continuo sin acostumbrarme, debe ser que no soporto la nostalgia y melancolía con que se acompañan, no soy suficientemente fuerte, supongo que eso ya lo habrán notado, y es que realmente no sé si exista algo que ustedes no conozcan de mí.
He tardado mucho en escribir esto, no había podido porque implicaba aceptar  que ya había llegado ese momento en que se tienen que ir, también dudé sobre qué decirles; mis borradores eran una lista de consejos, recordatorios, cosas que quisiera que no olvidaran cuando ya no estemos juntos para que se las recuerde.
Decidí entonces contarles algo sobre mí, contarles un poco sobre cuál ha sido el peor de mis fracasos y lo voy  a hacer porque no sé si lo sepan, pero ustedes fueron los culpables. Hace casi seis años cuando comencé a trabajar en la escuela, lo tenía todo bajo control como maestra, tenía el método perfecto que me iba a permitir entregar los mejores resultados en lo que se me había encomendado, enseñar español.
Todo era muy simple, necesitaba entregar resultados sin dejarme envolver en los chantajes de los alumnos, porque eso me habían advertido –“si permites que se acerquen demasiado, van a poder hacer de ti lo que quieran”- , realmente me creí la premisa y durante años me esforcé por hacerles entender que a la escuela se viene a aprender y que si con tal de hacerlos escribir y comportarse bien tenía que soportar su odio, lo aceptaba porque la verdad ni de mi familia eran.
Siguiendo al pie de la letra eso en lo que creía, todo iba a salir perfecto y traté de echarle todas las ganas para dejarles en claro que su presencia en mi vida no era más que una situación casual impuesta y creo que el plan iba viento en popa porque dejé muy en claro que el diálogo conmigo sólo consistía en lo que la Real Academia planteaba y mi interacción con ustedes era cuando los presionaba para que lograran eso que decían que no podían hacer o en su defecto hasta que comenzaban a llorar y tenía que darme la vuelta para que no creyeran que me conmovían.
Ustedes eran mi materia prima y si tenía que arrojarlos al vacío para que mi producto final estuviera perfecto, lo hacía sin sentir remordimiento, imagínense a un obrero llorando por cada pieza que no le sale durante el proceso; bueno eso era lo que me esforcé en demostrarles porque no recuerdo una sola vez que después de haberles hablado fuerte, haya pasado una tarde sin pensar en ello y preguntarme si verdaderamente  tenía derecho , pero obviamente jamás se los haría notar, mostrarme débil era dejarme vencer.
Todo estaba perfecto, sus trabajos mejoraban en calidad mientras que la disciplina en la clase era excelente y con sólo verme en el pasillo podía verlos correr despavoridos a recoger la basura. Tenía que esforzarme por llevar a cabo mi método que estaba funcionando, y siempre me repetía para convencerme: ¿para qué tratar de simpatizar con ellos si el cariño no corrige ortografía?, para qué demostrarles interés si la empatía no genera una buena sintaxis.
Para que el método siguiera funcionando, tenía tan sólo que ignorarlos si me hablaban fuera de clase, fingir que no me hacían gracia sus comentarios y reprenderlos además, aguantar las ganas de abrazarlos después de haberlos regañado y sobre todo convencerme a mí misma que era lo mejor, sólo así podría cumplir el objetivo.
Pero si le eché tantas ganas, nunca entenderé en qué fallé, explíquenme ustedes qué les hizo falta a mis sarcasmos e hirientes comentarios porque a pesar de todo seguían recibiéndome con una sonrisa y un siempre cariñoso -¡Hola Karlita!-. Cuántos decibeles les faltaron a mis regaños, porque por más que gritaba nunca dejaron de tener hacia mí esa mirada tan suya que además de conmoverme me llenaba de no sé qué.
Allí fue cuando mi método falló, si tan sólo Toñito no hubiera disfrutado tanto bailar o cantar en salón y responder a mis regaños con una sonrisa y haciéndome ojitos; si Mafer simplemente me hubiera contestado con un berrinche como a otros cuando le hacía alguna horrible observación en vez de sonreir  y decirme “lo siento”; si  Fernanda hubiera utilizado contra mí su habitual mal carácter cuando la despertaba o regañaba por algo, o si Andreux me hubiera hecho mala cara en vez de reir cuando le decía algo sobre RBD o cualquiera de sus ídolos, si eso hubiera pasado, yo hubiera podido continuar con mi método.
Pero, en qué momento Jonathan tuvo que convertirse en mi gemelo astral sólo por haber nacido en mi cumpleaños, por qué Garci tenía que esconder su supuesta “maldad” para ser conmigo siempre tierna… por qué Aby nunca se quejó de mis pesadas bromas y en cambio siempre tenía una sonrisa para corresponderlas.
Y simplemente no entiendo por qué tuvo Luis que soportar mis comentarios y a pesar de ello quererme casi tanto como yo a él, por qué Suhi, Chuy o Iván no dejaron de saludarme y hablarme bien a pesar de haber reprobado mis materias como nadie.
Definitivamente todo hubiera sido más fácil si Karla o Dulce no me hubieran querido tanto como para soportar que a veces se me iba la boca y en ocasiones pudieron sentirse ofendidas sin que fuera mi intención. Mi vida hubiera sido más liviana si Moni me hubiera odiado desde los días en que la presionaba porque me desesperaba que no hablara y si no hubiera demostrado cuánto le importaba que no me enojara con ella cuando por error olvidaba hacer algo.
En este fracaso también tuvo su parte Dorita, la niña que a pesar de su timidez y de mis excesos no podía ocultar que no sabe guardar rencores ni siquiera a quien la hemos hecho llorar; Monchi, que aunque no hacía mucho ruido me alegraba el día con su risita que siempre pensé que ocultaba cosas.
Si se suponía que ustedes sólo eran materia prima y no debían importarme, por qué tuve que admirar tanto la fortaleza de Carla Palacios, quien por cierto es la única que cree que no la tiene. Por qué tuve que divertirme tanto con las ocurrencias Olivia y Pepe segundos después de que me hicieran enojar tanto.
Y no puedo olvidar a aquellos que dieron el golpe final para que mi método terminara en la basura, esos que me demostraron que a pesar de las etiquetas todo puede cambiar, si Cecy no me hubiera demostrado que a pesar de tener sueño puede convertirse en una líder y motor o si Juanjis me hubiera dejado seguir pensando que los silencios implican ignorancia y que detrás de sus comentarios que pretendían ser duros, se escondía la mayor ternura y cariño hacia los demás. Y hablando de rudeza, quién pensaría que ese “toro gandalla” que tenía por alumno, sería la única persona en el mundo que podía reconocer mi tristeza aún antes de haberla aceptado yo misma, ofreciendo en cada vez su hombro para apoyarme, Toshi gracias porque todas esas veces realmente lo necesitaba.
Yo fracasé porque no pude lograr no involucrarme, no logré ignorarlos y no amarlos, pero ¿quién podría no caer con los ojos de Toño, la mirada de Cecy, la sinceridad de Luis o el cariño de Jonathan?, si ustedes no hubieran sido como son, si no me hubieran entregado su cariño , hubiera podido seguir con mi método, ese que era perfecto y que me hubiera garantizado el no sentir este dolor que siento  ahora que me toca verlos irse.
Me doy cuenta que si bien el método que había planeado falló, el otro que improvisé y que implicaba quererlos de esta manera en que lo hago, funcionó perfecto porque ustedes que hoy se van y se llevan consigo su fortaleza, sus miradas, sus risas, su inteligencia y su apoyo, también van equipados con todos los recuerdos y enseñanzas que tratamos de darles durante estos años, y que de conocerlos, estoy segura que serán suficientes para que no lleguen a ser sino que continúen siendo personas íntegras y seres humanos excelentes.
Me doy cuenta y me enorgullece saber que los preparamos correctamente y que llevan consigo los conocimientos y recuerdos necesarios para que nunca olviden la importancia de ayudar a los demás y sobre todo de no dejarse convencer por nadie de que son incapaces de hacer algo, nosotros los hemos educado para que consigan esos sueños que construyeron entre risas y a veces lágrimas.
Ustedes tienen las herramientas necesarias porque durante tres o más años tratamos de prepararlos para ello, lo cierto es que nadie pudo prepararnos a nosotros para quedarnos sin ustedes y no llorar por extrañarlos y del orgullo porque han llegado a ser tan grandes como los imaginamos.
Gracias por hacerme fracasar en ese método absurdo, gracias por quererme aún en los momentos que menos lo merecía, nunca sabré si he podido corresponder todo lo que por mí hicieron, porque me salvaron de seguir fingiendo y tratando de convencerlos de que no me importaba más que lo que pudieran aprender, me enseñaron lo que es crear y amar una nueva familia; porque ustedes han sido hijos, hermanos y amigos; porque durante mucho tiempo han sido mi mayor motivo para iniciar el día y querer vivir los siguiente.
Porque ustedes me han dado el mejor regalo, el saber que lejos de todos los problemas o disgustos, siempre tendremos al 601, ese grupo que muy pronto será sólo un recuerdo, pero uno al que podremos acudir cada que nos haga falta, cuando la fatiga o el dolor nos haga pensar que el mundo está podrido y que nada vale la pena, con sólo recordar estos años que vivimos sabremos que aún hay esperanza.
Gracias por dejarme caminar a su lado todos estos años y solo quiero pedirles un favor que no me podrán negar ahora, en el momento en que mi alma se hace pedazos, mismos que se dispersarán en la misma dirección que cada uno de ustedes tome, nunca  olviden y nunca se vayan sin decir “te quiero”.

Los amo.
And in the end, the love you take is equal to the love you make... GRACIAS 601
Karla Guadalupe Ramírez Cruz.
julio 2011